El que haya tantas campañas para la conservación del
medio ambiente no es una moda del momento. Nuestro planeta está en grave
peligro y si no nos ponemos las pilas inmediatamente, los efectos de la contaminación pueden acelerarse incluso más de lo que se producen actualmente.
Ser
responsables con nuestro ambiente no implica mucho esfuerzo y sí mucho beneficio. Y no sólo para nosotros mismos o las personas que nos rodean. Sino y sobre todo para los que menos tienen y necesitan con mayor razón de las fuentes de la
naturaleza para sobrevivir.
La clave del cuidado ambiental está en el
ahorro y la
consideración. Es decir, en no desperdiciar los recursos -como el agua o las áreas verdes- de los que otros se pueden favorecer y así contribuir al equilibrio del planeta y a la larga a un beneficio común.
Tal vez no podamos reforestar el bosque amazónico o construir una planta de energía solar. Pero basta con usar un vaso con
agua cada vez que nos cepillemos los dientes o
plantar un árbol en el parque de nuestro vecindario para que nos habituemos a la conservación y “contagiar” a los demás a hacer lo mismo.
Una de las
prácticas más recomendadas es la de las
3R, que significan reducir, reciclar y reutilizar. Esto se aboca principalmente a las cosas de vidrio, papel y plástico, aunque también puede aplicarse a las pilas alcalinas.
Para ello hay que
separar en bolsas cada clase de elemento y
depositarlas en los recolectores correspondientes (los supermercados siempre tienen al menos uno). Y si queremos poner a prueba nuestra creatividad hasta podemos
elaborar objetos a base de
material reciclado.
Sumando nuestro granito de arena al de las otras personas, ¿se imaginan la gran
cadena ecológica que podríamos realizar?